viernes, 16 de enero de 2015

Sueños de un viejo roble.

Caen las viejas ramas rotas
sobre el mosaico de hojarasca
con ensordecedor estruendo
que nadie oye.
Ramas alimentadas
con la raíz de antaño,
con otro suelo y otras aguas,
ahora vencidas
a la suave caricia
del viento invernal
que engatusa con descaro
al entumecido roble
con la promesa
de otra ansiada primavera.
Brotes verdes y nuevas yemas
nacerán  del tronco seco
y hueco por la termita.
Y paciente espera.
Árbol ya semidesnudo
que pretende renovar su copa
y se exibe sin pudor,
ignorando el fuerte aroma
de su carcomida madera,
olor que avisa y alerta
a las aves venideras
de la fragilidad y el riesgo
que ofrece su engañosa
e inhóspita morada.
Mas no se rinde el rudo anciano
y esperanzado aún sueña
que los cálidos pinceles
de un sol de Primavera
maquillen el curtido rostro
y las nuevas hojas frescas
den sombra y cobijo  a las damas,
mientras que en su dura corteza
dejan tatuado un deseo
y un pedacito de sus cándidas almas

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