viernes, 30 de enero de 2015

Olvido.

¿Qué pudo hacerte pensar
una vez o quizá cientos
que el olvido era el mausoleo
de lágrimas y almas rotas?
¿No está acaso por siempre
colmado de memoria,
infringiendo la norma
no escrita ni firmada
de proteger y acallar el dolor,
de procurar una dispensa
eutanasiando el sentimiento
y la pasión por compasión
de la piel allagada?
Y es que hoy la sinrazón
me acerca a las lindes del abismo
y en el fondo tú, todo tú,
con las manos sangradas
aferrando las espinas
de los zarzales que antaño
eran plácidas amapolas
bañadas por frescos manantiales
y entre hoja y hoja, el viento.
Viento que acariciando nubes
llevaba a tus manos, hoy heridas,
polvo de otros lugares,
aromas de otros besos
y sabores de otras palabras,
mas hoy no existen brazos
que salven tal distancia
y aferren lo que en el fondo queda.
Ya no hay indulto ni rescate
y el cuerpo vencido queda
como pasto de alimañas
que acuden a la llamada
del último latido.
¿Qué pudo hacerte pensar
una vez o quizá cientos
que la salvación era el olvido?
Cual elegante mortaja
de un caballero sin nombre,
engalanando los sueños,
corajes acumulados,
triunfos y derrotas,
ocultando cuchillas y espadas
capaces de cortar y deshacer
tu pesada cadena perpetua
y la condena de mil pecados.

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