Pude verte de lejos, a la deriva
sobre atezada sal y brava espuma,
con los sueños astillados
y doliéndote la esperanza,
tratando de sepultar tu delirio,
heridas de tiempo pasado,
en el inhóspito y abisal fondo
del árido y amargo desencanto.
Trémula mano que aún aferraba
un último halo de certidumbre
nadó contra mar violentado,
alcanzó la orilla y te arrastró a ciegas,
intuyendo los muros de mi cuerpo.
Torpeza la mía, dejar que descifrases
el obvio enigma que el paso celaba
y a los umbrales de mi alma,
ya gastada mas aún fertil,
encontré sangrante y a jirones
un corazón huérfano allí olvidado.
sábado, 31 de enero de 2015
Náufrago.
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