domingo, 15 de febrero de 2015

Impotencia.

Fatuos atenazan mi razón
mientras intento aferrarme
a la indolencia de mis sentidos,
ser un mero espectador
de este circo de miseria.
Imposible girar el rostro,
apartar la mirada del abismo.
Llorando mis ojos sangre,
lágrimas que empapan
diáfano papel en blanco,
cual letras que esperan
a que otros lleguen
y alcancen a leer
el dolor de la impotencia.

domingo, 8 de febrero de 2015

Huérfano bajo.

Madera noble y barniz gastado
cubren el alma herniada de impaciencias,
anhelos enconados en cada cuerda
de este bajo huérfano de melodías.
Exhibiendo sinuosos costados
famélicos de caricias, hambriento,
absorto en las lejanas notas
que como gemidos de reclamo,
persuaden a la memoria. 
Más allá de las certezas
y las punzadas del agravio,
rasgan unos dedos el dolor
con tibieza y al azar,sutil acierto;
con más ternura que otras tantas,
más duende y oración, melancolía.
Y el sueño traspasa cada veta
avanzando en búsqueda, tal vez,
de los residuos que acumulados
forman agrestes cimas deshabitadas
de perdidas y añoradas pasiones.
Entona nuevas canciones
que ya no son recompensa ni consuelo,
ni suyas ni de otros y el tiempo
se pierde en argumentos y razones
de un inminente delirio.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Nos hemos acostumbrado.

Nos hemos acostumbrado a mentir
de tal manera y forma
que hasta esa realidad ilusoria,
creada a base de uno y mil golpes de fracaso,
se ha vuelto oscura como el ala del cuervo
que oculta a la luna las noches de tormenta.
Y a pesar de todo,
mas con fragoso esfuerzo,
mantengo el perfecto desorden
de mi caos
al igual que un ojo de huracán,
permitiéndome frágil tregua
antes del fatal azote
Labios que rebosan silencios
y párpados que la evidencia
esconden,
tortuosas varas que castigan
a la estima y al orgullo sin pausa,
tatuando en la blanca piel
sangrantes estigmas de desconfianza.
Nos hemos acostumbrado a mentir
de tal forma y tal manera
que como necios caminamos
aún con la vanidad subida,
eludiendo la necesidad y la carencia
de adquirir propia conciencia
y admirar con ojos amantes
aquello que se nos enfrenta y afrenta.
Pero es que hasta el último instante
en el que el rojo sello nos corona
camino de lo incierto,,
nos conforma ser nadie o nada,
con el único valor
de la utilidad o el desprecio
de un reflejo sostenido,.