sábado, 31 de enero de 2015

Sin pata pero sin pausa.

Nació un burrito con tara,
con las patitas maltrechas,
el hocico pegado al suelo
y los ojos en las estrellas.
Carne y piel de desecho,
pues siempre camina postrado,
ensangrentadas las rodillas
y por todos abandonado.
Encontró quien le quisiera
a pesar de su desgracia
y aunque trípode desvalido
por los campos arrastrado,
sacó fuerzas de flaqueza
y hoy es un burro avispado
acogido en la familia
de un dulce Valle Encantado.
Las flores tejieron al niño
una patita de nardos nueva
para verlo saltar como loco
al llegar la primavera.
Hoy el burrito ha crecido,
y su pata no le llega,
el monte lo echa de menos
y sollozan las camelias.
Temo y ruego por su vida,
por la libertad que perdiera,
si del suelo no levanta
al pequeño se lo llevan.
Uno a uno y entre todos
cambiemos su pata vieja,
que juegue, brinque y que baile
feliz Dani en la pradera.

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Náufrago.

Pude verte de lejos, a la deriva
sobre atezada sal y brava espuma,
con los sueños astillados
y doliéndote la esperanza,
tratando de sepultar  tu delirio,
heridas de tiempo pasado,
en el  inhóspito y abisal fondo
del árido y amargo desencanto.
Trémula mano que aún aferraba
un último halo de certidumbre
nadó contra mar violentado,
alcanzó la orilla y te arrastró a ciegas,
intuyendo los muros de mi cuerpo.
Torpeza la mía, dejar que descifrases
el obvio enigma que el paso celaba
y a los umbrales de mi alma,
ya gastada mas aún fertil,
encontré sangrante y a jirones
un corazón  huérfano allí olvidado.

viernes, 30 de enero de 2015

Olvido.

¿Qué pudo hacerte pensar
una vez o quizá cientos
que el olvido era el mausoleo
de lágrimas y almas rotas?
¿No está acaso por siempre
colmado de memoria,
infringiendo la norma
no escrita ni firmada
de proteger y acallar el dolor,
de procurar una dispensa
eutanasiando el sentimiento
y la pasión por compasión
de la piel allagada?
Y es que hoy la sinrazón
me acerca a las lindes del abismo
y en el fondo tú, todo tú,
con las manos sangradas
aferrando las espinas
de los zarzales que antaño
eran plácidas amapolas
bañadas por frescos manantiales
y entre hoja y hoja, el viento.
Viento que acariciando nubes
llevaba a tus manos, hoy heridas,
polvo de otros lugares,
aromas de otros besos
y sabores de otras palabras,
mas hoy no existen brazos
que salven tal distancia
y aferren lo que en el fondo queda.
Ya no hay indulto ni rescate
y el cuerpo vencido queda
como pasto de alimañas
que acuden a la llamada
del último latido.
¿Qué pudo hacerte pensar
una vez o quizá cientos
que la salvación era el olvido?
Cual elegante mortaja
de un caballero sin nombre,
engalanando los sueños,
corajes acumulados,
triunfos y derrotas,
ocultando cuchillas y espadas
capaces de cortar y deshacer
tu pesada cadena perpetua
y la condena de mil pecados.

sábado, 24 de enero de 2015

No fue otra.

Con la mente cansada
y el cuerpo maltrecho,
igual que una fruta podrida
vareada y abandonada
a su suerte.
A través de los cristales
abre el alba nuevas luces,
el viento cambiante jalea
las finas gotas de rocío,
el horizonte permanece manso
y tan distante,
tan lejano como los sueños
que ahora se ahogan
en mi taza de café.
Pesan losas sobre mis párpados
y mi cuerpo se eleva al silencio,
tocando mis manos con cautela
los dinteles de mi alma herida.
No fue otra, sino yo,
quien te entregó y dedicó
sus horas y sus anexos,
cuidando tu sonrisa
entre los campos agrestes,
en las buenas y las quimeras,
a tiempo parcial y completo.
No fue nadie sino yo,
quien borró las normas
y quemó los pactos,
quien te abrió la puerta
y atusó tus alas,
tratando de que no cayeras
en la tentación caprichosa
de engañar a mi intuición.
He perdido los días y la cabeza,
locura indómita e improbable
de quererte y no celarte,
diluida en un súbito instante
la constancia de tu piel.
Atesora los recuerdos
aun cuando no estés a mi lado,
yo te espero, soportando
los embistes de la tristeza,
a veces con entereza
y a ratos asiendo los retales,
con la mirada perdida
en el hueco de tu ausencia
y un café entre las manos.

viernes, 23 de enero de 2015

A mi tita.

No creo. No me lo creo
Es otro de tus despistes
que tanto nos hacían reir,
otra de esas inocentadas
a destiempo
a tu crédula sencillez
y no creo, no me lo creo,
que hayas tomado la puerta
sin la llave de retorno
y te hayas marchado
sin justificar una y mil veces
los desvaríos de tu torpeza.
El corazón me llora
con ojos ya secos
mientras mis dedos
entrelazados
sujetan los recuerdos,
con ternura, con cuidado,
porque ahí estás,
ahí es donde,
el lugar en el que ahora
habita tu dulce rostro,
tu inocente sonrisa,
la paciencia infinita
de quien tanto ha dado
y a quien tanto le quitó la vida.
Dejas todo sin reserva,
sin un mal hatillo
egoístamente anudado,
manos desnudas y cansadas
de tanto amor que acariciaron.
Y mis labios curvan una mueca
haciendo un guiño al destino.
Sabes, mi tita guapa, lo sabes,
que no andarás sola
por ese camino,
porque en este mundo
los encuentros son fugaces,
pero más allá, el reencuentro,
es la culminación
de todos los amores,
los desvelos,
las penas y los cantos,
las risas y los llantos
y lo sabes, y te esperan,
con la palma abierta
para recoger tus miedos
y cambiarlos por una estrella.
Esto no es una despedida
porque no creo. No me lo creo.
Nadie se va para siempre...


viernes, 16 de enero de 2015

Sueños de un viejo roble.

Caen las viejas ramas rotas
sobre el mosaico de hojarasca
con ensordecedor estruendo
que nadie oye.
Ramas alimentadas
con la raíz de antaño,
con otro suelo y otras aguas,
ahora vencidas
a la suave caricia
del viento invernal
que engatusa con descaro
al entumecido roble
con la promesa
de otra ansiada primavera.
Brotes verdes y nuevas yemas
nacerán  del tronco seco
y hueco por la termita.
Y paciente espera.
Árbol ya semidesnudo
que pretende renovar su copa
y se exibe sin pudor,
ignorando el fuerte aroma
de su carcomida madera,
olor que avisa y alerta
a las aves venideras
de la fragilidad y el riesgo
que ofrece su engañosa
e inhóspita morada.
Mas no se rinde el rudo anciano
y esperanzado aún sueña
que los cálidos pinceles
de un sol de Primavera
maquillen el curtido rostro
y las nuevas hojas frescas
den sombra y cobijo  a las damas,
mientras que en su dura corteza
dejan tatuado un deseo
y un pedacito de sus cándidas almas

jueves, 15 de enero de 2015

Mientras duermes.

Camino de madrugada
bajo un cielo raso
y a mis pies,
las nubes descansan
formando charcos que reflejan
alguna que otra estrella
de tímida y trémula tez,
y la luna posa, y sonríe
como aquel gato de Caroll.
Hace frío.
Tú aún duermes.
Y camino despacio
mientras te pienso,
a intervalos,
susurrando versos
que no logro recordar
y recuerdo,
la tibieza de tu mano
entre mis piernas
sin ninguna intención,
quizá midiendo la distancia
y preparando el asalto
para tomar el valle
con súbita violencia.  
Hace mucho frio.
Y tú aún duermes.
Pesa tu ausencia
en las manillas del reloj,
pesan las caricias no dadas
y los besos perdidos
bajo la almohada.
Y te pienso a intervalos
mientras mi mente
desabrocha tu piel
buscando el calor.
Porque quizá exista
un lugar mejor para estar,
amor,
pero ninguno mejor,
ninguno, para quedarse.





lunes, 5 de enero de 2015

Aquello que llaman Amor.

Perdida la ambición,
el deseo de tener,
de poseer lo irrelevante,
acicalada con el desapego
de todo y ante todos
me encuentro desnuda
con aquello que me sostiene,
única necesidad
y razón de ser o existir.
Aquello que llaman Amor.
Amor que no pide,
que no toma,
que se encuentra lleno
con una sonrisa,
que da todo por nada,
aquél Amor que no entiende
ni de personas,
ni de principios,
ni de leyes
ni de historia,
Amor que azota bravo
sin respuesta,
Amor que envuelve
sin pretender atrapar,
Y atrapa.
Efímeras ataduras necesarias
para sentir y seguir sintiendo,
para seguir caminando,
respirando,
latiendo.

Usura.

Como una res
injustamente marcado
por el ardor de tu boca,
fuego hierro que descarna
las noches en soledad,
contemplando tu ausencia.
Y ahí tú, sin ser,
magnánima reclamas
en propiedad mis horas,
y yo, que era y ya no,
entrego todo menos el arnés.
Perdido el usufructo
de mi razón,
ni un rincón donde esconder
tantas esperas,
tantos ruegos,
tantos desoídos lamentos
que arrastrando vagan
buscando quien los acoja.
Caen frias losas
sobre mi cuerpo herido,
sin esperar apenas
que mi pecho expire,
sin una tregua, dulce suspiro,
inhala mi piel el hielo de roca
y exhala escalofríos
con aromas de muerte incierta.
Devuelve la libertad
a mis sentidos,
a mi cuerpo,
al alma que rehúsas
y deja que me vaya
con mis sueños en préstamo,
para darlos a cambio de olvidos
a cualquier otra usurera.
Y mis deseos en fianza.