La vida es una maraña,
como tela que teje la araña,
más sin ningún orden
ni simetría.
Llena de locos, o se les llama,
que al igual que acróbatas,
danzan por la seda
donde los cuerdos quedan pegados.
Y es que el vértigo que da el temblor
anestesia todo sentido,
erizando la prudencia,
sumando plomo a pies y manos.
Llamadme loco, o enajenado,
censurando mis piruetas.
Qué más da.
Voy a recorrer cada rincón
mientras observan desde su esquinazo.
A enredarme en cada fibra
como el pelo de un niño desaliñado,
A tejer una hamaca de recuerdos
donde descansar mis huesos
cuando me fallen las ganas.