No me aturden los recuerdos,
ni los obviados ni a los que se aferra
una mente selectiva
en pos de la supervivencia.
Es esa tarjeta de memoria
desechada,
archivo temporal
en la papelera de reciclaje,
que se reinstala por error.
Y golpea cada nervio
como virus implantado
destruyendo el software.
Porque todo lo que sucede,
conviene.
Pero cuesta tiempo y derrotas
comprender lo sencillo.
Y en el mientras tanto,
reiniciando.