Con la única posibilidad
de un billete de ida,
el eterno sueño, la muerte.
Qué derecho tiene nadie
a robar la flor sembrada?.
Auyentan las almas
que corren despavoridas,
abandonando el dolor,
la carne pavimento de calzadas,
sangre y olor a niño, a llanto,
a experiencia y juventud,
a nada.
Decadencia de un mundo
que no afronta las ideas
y se desvive por imponer
su razón a golpes de miedo.
Terrorismo?, terror? No.
Rabia, impotencia, lágrimas,
ausencia. Sombras.
Días perdidos.
Arrancados con tal fuerza
que a la tierra deja temblando.
Y ahora sólo nos queda
comernos la ira a cucharadas,
el desaliento en vaso.
Y no olvidar.
Y seguir con paso firme
recogiendo los pedazos
que doblegan, con su peso,
un futuro quebradizo,
a falta de corazones
que lo sostengan.