viernes, 18 de marzo de 2016

A los que no llegaron.

Oigo bramar a las olas

porque al mar ya no le caben

más gritos de agonía,

ni más sueños rotos,

ni promesas incumplidas.

El horror que amenaza

con fauces de lobo herido,

bocados de muerte,

futuro perdido.

Huele a vida en esa barca.

Más en el lejano horizonte,

gargantas llenas de sal.

Dejad todo, hasta la pena,

que en el fondo de las aguas

todo lastre pesa y hunde.

Brazadas de esperanza.

Agonía. Marcha sin despedidas.

Con las puntas de los dedos

cargadas de tristezas

cerré los ojos. Y allí estaban.

De la mano, en la orilla,

sometiendo al miedo, alzados.

Nosotros no hemos llegado.

Y a golpe de pluma me despojo

del amargo trago que trae la brisa.

Queda la arena empapada

de soledad y ausencia

y construyen los niños

castillos de vergüenza

con sus cubos y palas indolentes

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