miércoles, 4 de febrero de 2015

Nos hemos acostumbrado.

Nos hemos acostumbrado a mentir
de tal manera y forma
que hasta esa realidad ilusoria,
creada a base de uno y mil golpes de fracaso,
se ha vuelto oscura como el ala del cuervo
que oculta a la luna las noches de tormenta.
Y a pesar de todo,
mas con fragoso esfuerzo,
mantengo el perfecto desorden
de mi caos
al igual que un ojo de huracán,
permitiéndome frágil tregua
antes del fatal azote
Labios que rebosan silencios
y párpados que la evidencia
esconden,
tortuosas varas que castigan
a la estima y al orgullo sin pausa,
tatuando en la blanca piel
sangrantes estigmas de desconfianza.
Nos hemos acostumbrado a mentir
de tal forma y tal manera
que como necios caminamos
aún con la vanidad subida,
eludiendo la necesidad y la carencia
de adquirir propia conciencia
y admirar con ojos amantes
aquello que se nos enfrenta y afrenta.
Pero es que hasta el último instante
en el que el rojo sello nos corona
camino de lo incierto,,
nos conforma ser nadie o nada,
con el único valor
de la utilidad o el desprecio
de un reflejo sostenido,.

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