Me he dejado atrapar
sin oponer resistencia alguna
por ese bucle infinito
que me arrastra ferozmente,
desde la picaresca de tus ojos
hasta esa media sonrisa
que invita a cazar cada palabra
a ras de boca,
a beberse cada aliento
a morro y sin contemplaciones.
Y volver a retomar
el brillo de tus ojos
para lanzarme sin red
una vez, y otra, y cien,
a la comisura de tus labios,
saciando el deseo,
saboreando cada trago
y acostarme casi ebrio.
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