con un poeta anclado al ombligo,
cual si yo fuera trinchera,
capaz de arrancarle el invierno
a su eterna y endurecida crisálida.
Sobre la maciza ingravidez
de sábanas revueltas y gastadas
susurra versos en mi regazo
y me devuelve la mirada.
Mirada turbadora y tensa,
mirada de niño que no acepta
la obligación de estar alegres,
e inventándose viejo
se arma de furias.
Descansa, le imploro,
asiendo su palma húmeda,
y el miedo disponible
recurre voraz al instinto,
apartando normas,
olvidando el juicio
absurdo e implacable
de aquellos que desconocen
que la supervivencia, a veces,
requiere escupir la decencia,
con sinvergüenza sonrisa
y prófugos dedos ansiosos
por perderse en un descuido
bajo el encaje de una braga,
ahondando en las certezas
de terrenos aún no explorados
cual si yo fuera trinchera,
capaz de arrancarle el invierno
a su eterna y endurecida crisálida.
Sobre la maciza ingravidez
de sábanas revueltas y gastadas
susurra versos en mi regazo
y me devuelve la mirada.
Mirada turbadora y tensa,
mirada de niño que no acepta
la obligación de estar alegres,
e inventándose viejo
se arma de furias.
Descansa, le imploro,
asiendo su palma húmeda,
y el miedo disponible
recurre voraz al instinto,
apartando normas,
olvidando el juicio
absurdo e implacable
de aquellos que desconocen
que la supervivencia, a veces,
requiere escupir la decencia,
con sinvergüenza sonrisa
y prófugos dedos ansiosos
por perderse en un descuido
bajo el encaje de una braga,
ahondando en las certezas
de terrenos aún no explorados
No hay comentarios:
Publicar un comentario