domingo, 10 de septiembre de 2017

Niños de la guerra

Manitas alzadas
con el hambre
enredado entre los dedos.
Oídos llenos
de disparos a quemarropa
y la espalda golpeada
por el miedo.
Ojos elevados al cielo
por temor,
o quizá, la esperanza
de que la próxima llama
haga arder la poca inocencia
que aún les queda
y con ella desaparezca
el temor, las ausencias...
Nunca he sido
un niño de la guerra.
Mas cada mañana
mis ojos se vierten por ellos.

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