martes, 22 de noviembre de 2016

En un mundo azul.

A tu nombre respondes
sólo a veces, las menos,
y me pregunto si será quizá
porque así no lo elegiste,
o porque en mis labios
se torna confuso, distinto
al que logra describirte
en ese mundo que habitas.
Se levantaron cristales
de humo y nácar, muros,
cancelas sin llave, corazas
que pretendieron apartar
el ruido, el abrazo externo,
el contacto de la piel,
el beso y sin embargo,
me invitan a entrar tus ojos.
No puedo oír las campanas
de bronce forjadas
que asaltan tus sentidos
en una cruel emboscada,
mientras tu pequeño corazón
trata de deshacerse de la prisa
gritando cada latido que sobra,
pidiendo el silencio que le falta.
Escucho tu risa a lo adverso,
tu llanto a deshora, y leo
la indiferencia al chiste
en un rostro hermético
cuando a veces te alejas
tratando de ordenar las nubes
con las manos alzadas
y danzando al ritmo de un junco.
Y yo adoro esta forma,
tu forma y tus límites,
ilegibles para tantos y tan bellos,
excelencia de lo difícil,
tan igual, tan distinto, tan tú,
tanto amor envasado
en tu pequeño cuerpo, un alma
luchando en su mundo azul

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