miércoles, 24 de agosto de 2016

Fiesta y sangre.

Entristecen mis manos
llorando sobre el papel,
alineando el dolor
sin rima alguna,
haciendo penitencia
de cada uno de los pecados
arrojados sobre pequeñas almas
envasadas en cuerpos,
nacidos para cumplir
el perverso deseo
de unas mentes deterioradas.
¿Acaso no os duelen los lamentos?
Uno a uno van rasgando
la integridad de mi cordura.
¿No sois capaces de escuchar
el sufrir de la trémula carne,
piel y huesos que se desangran
mojando la arena de gritos,
saturada ya de agonía?
Oídos sordos, ceguera,
de fiesta y muerte ebrios.
Cuantas lágrimas
selladas por la indiferencia.
Vidas que antes fueron,
en el albero hoy yacen.
Y mientras barren su niñez
dejando limpio el ruedo,
otra víctima desconsolada
bajo amenaza de muerte,
cruza el portón.
Y el miedo ante sus ojos
toma la forma de un hombre.

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